El aumento de impuestos aleja a Lula de la clase media, que paga la factura de sus “gastos”

Incluso con su popularidad en declive, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva (PT) mantiene a la clase media fuera de su radar. Prueba de ello es el paquete que aumentó el Impuesto a las Operaciones Financieras (IOF) a las transacciones con el exterior, los préstamos a empresas y los seguros.
La medida pretende aumentar la recaudación en R$ 20 mil millones este año y ayudar al gobierno a equilibrar sus cuentas según lo previsto en el Presupuesto 2025.
En la práctica, representa un golpe directo a los bolsillos de las familias de ingresos medios. Los viajes internacionales, las transferencias de fondos a hijos que estudian en el extranjero y, en última instancia, las compras en sitios web extranjeros, que podrían considerarse transacciones extranjeras, serán más caras.
“La clase media, que más depende del crédito, de los servicios financieros y de algún grado de inserción en el mercado internacional, sentirá el impacto directo”, evalúa Tatiana Migiyama, especialista en Gestión Tributaria de la Fundación Instituto de Investigaciones Contables, Actuariales y Financieras (Fipecafi).
Para Renato Nunes, abogado y profesor de la FGV-SP, las peores consecuencias se derivan de la nueva tasa para las operaciones de crédito empresarial : ajuste de los presupuestos familiares y presión inflacionaria sobre productos y servicios esenciales.
“Si bien el incremento [del IOF] se refiere de manera más significativa a la toma de recursos por parte de las personas jurídicas, éste termina computando en el costo de los productos, en el costo de los servicios y, en última instancia, en la formación de precios”, afirma. “El aumento se trasladará a los consumidores”.
Para Nunes, las empresas de tamaño medio, incluidas las incluidas en el Simples Nacional y los Microempresarios Individuales (MEI), también se verán impactadas por el aumento de las tasas de interés, ya que dependen del financiamiento para capital de trabajo o inversiones. “El resultado será una pérdida de capacidad de expansión y de competitividad”, afirma.
Migiyama añade otro efecto secundario. Al desincentivar la inversión extranjera directa con el impuesto a la repatriación de capitales, el país se vuelve menos atractivo para las multinacionales, “los principales empleadores de profesionales de clase media en áreas de tecnología, industria, comercio exterior y servicios especializados”.
Clase media pagará exención en factura de luzEl aumento de impuestos se produce en el marco de otra iniciativa que traslada el costo del populismo del gobierno y sus políticas dirigidas a las clases bajas a la clase media y al sector productivo. Una semana antes del decreto del IOF, el Planalto envió una medida provisional al Congreso Nacional para ampliar el rango de beneficiarios de la tarifa social de energía eléctrica.
La medida elimina la factura de electricidad para las familias con ingresos mensuales de hasta la mitad del salario mínimo por persona y un consumo de hasta 80 kilovatios-hora (kWh) al mes. El gobierno dice que la exención beneficiará a 60 millones de personas. Y esos otros 40 millones tendrán algún descuento.
El costo de esta política, de al menos R$ 3,6 mil millones al año, se transferirá a las familias que consumen entre 150 y 300 kWh/mes y a las pequeñas y medianas empresas de los sectores de comercio, servicios e industria. Se espera que la tarifa media en el mercado regulado aumente alrededor de un 1,4%.
El Gobierno asegura que los costes de la exención se podrán compensar en el futuro, con la reducción de algunos subsidios y la apertura del mercado eléctrico de baja tensión. Permitirá a los consumidores comprar directamente a los proveedores, sin intermediación de los distribuidores, lo que debería reducir el coste del kWh.
Pero este alivio del libre mercado no será inmediato. Solo comenzará, en el mejor de los casos, en agosto de 2026 para las pequeñas empresas y los comerciantes, y en diciembre de 2027 para los consumidores residenciales en general. Además, la reducción de los subsidios a los generadores, que actualmente incrementan el precio de las tarifas, también será gradual.
“Hasta entonces, quienes tienen la cuenta son, una vez más, la clase media y el sector productivo”, dice el especialista en tributación de Fipecafi. “Las consecuencias son previsibles: aumento de costes para familias y empresas, transferencias en forma de inflación en servicios y productos, caída del consumo y un impacto directo en la actividad económica local”.
La exención IR intentó hacer un guiño al segmentoEl gobierno de Lula incluso intentó acercarse a la clase media con medidas de alivio fiscal. Una de las principales propuestas que se tramita actualmente en el Congreso prevé la exención del impuesto de renta para quienes ganen hasta R$ 5.000 mensuales, además de la aplicación de alícuotas progresivas para rentas de hasta R$ 7.000.
La compensación vendrá con un aumento de la carga fiscal sobre los más ricos. Según el texto, los ingresos mensuales superiores a R$ 50 mil, provenientes de utilidades y dividendos, pasarán a ser tributados al 10% en la fuente.
Pese al visto bueno, los expertos señalan limitaciones en la propuesta. Según Nunes, de FGV, una parte importante de la clase media no será incluida. “El nivel es muy bajo”, dice. Según el Instituto de Investigación Económica Aplicada (Ipea), las familias con ingresos mensuales entre R$ 1.640 y R$ 6.560 son consideradas de clase media.
Para Nunes, la clase media sigue “apretada” entre dos extremos. Mientras que las clases altas tienen mayor capacidad para soportar los impactos de los aumentos de costos —como el reciente ajuste del IOF—, las familias de bajos ingresos dependen de programas sociales, como Bolsa Família y Vale-Gás y Tarifa Social para la electricidad, que funcionan como mecanismos de compensación.
“La clase media no tiene la misma capacidad de absorción que las clases altas, ni cuenta con las mismas redes de protección que las clases más pobres”, explica el especialista en impuestos. “Por lo tanto, sufre más directamente el aumento de los costes del crédito y otros costes trasladados al consumidor”.
La lógica gubernamental es electoralEl estrangulamiento de las familias con ingresos intermedios no parece molestar a los petistas, que ya han tenido exponentes académicos expresando públicamente su “odio a la clase media”. Pero más allá de los aspectos ideológicos, lo que ha contribuido a las iniciativas del gobierno de Lula es la lógica electoral.
“El objetivo del gobierno no es complacer a la clase media, sino que apunta al público de bajos ingresos, que es numéricamente más expresivo en Brasil”, dice el politólogo Fernando Schuler, del Insper. “El gobierno trabaja con la idea de objetivos, de grandes grupos de votantes”.
Según él, esta estrategia se evidencia en la implementación de políticas públicas y en la gestión de la economía. “Este tipo de análisis de que la clase media paga demasiado no se tiene en cuenta”, afirma. El gobierno no tiene el problema de, digamos, evitar agobiar a la clase media. Si puede, lo hará. Pero no es una prioridad.
En este contexto, políticas como el reajuste concedido a los servidores públicos, la ampliación de los programas sociales y cierta flexibilización de la responsabilidad fiscal son el norte del Planalto. El mensaje de la campaña 2026 debe centrarse en valorar el crecimiento económico moderado, el bajo desempleo y la distribución del ingreso a través de políticas subsidiadas.
Sin embargo, la estrategia no ha tenido éxito. La popularidad de Lula es baja y las medidas recientes no están ayudando a conquistar nuevas audiencias. Además, Schuler señala que, a pesar de la "bondad" mostrada hacia las clases menos privilegiadas, no hay garantía del voto de este elector.
"La idea de que los votantes serán políticamente leales sólo porque recibieron una ventaja económica es, hoy en día, bastante discutible", afirma. No está tan claro. La lógica de 'recibí un beneficio, así que votaré por el gobierno' no siempre se cumple. Este, digamos, popular 'toma y daca' no siempre funciona.
Puede que la gente incluso reciba el beneficio, pero no necesariamente apoyará al gobierno, porque sabe que este beneficio tiende a mantenerse, ya sea con este gobierno o con el siguiente. Sobre todo porque el propio debate electoral tiende a presionar en este sentido.
Por eso, según Schuler, Lula debe volver a insistir en la polarización. “Lula volvió a hablar de Bolsonaro porque necesita una elección muy polarizada para ganar”, afirma.
La apuesta es repetir la narrativa de que no se puede permitir el regreso de la derecha antidemocrática. Es el viejo juego de la polarización: derecha contra izquierda, democracia amenazada, ese repertorio. En este contexto, la responsabilidad fiscal o el estrangulamiento de la clase media carecen de importancia.
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